lunes, 28 de noviembre de 2011

De otros lados.

¿No les ha pasado que, al estar leyendo un libro bueno, quedan tan metidos en la historia, que, cuando dejan de leer, sienten que son arrancados bruscamente de la verdadera realidad? Bueno, eso me pasó el domingo. Iba en la micro leyendo Rayuela, y, para mi horror, Rocamadour murió. Y justo cuando la Maga se dio cuenta, la micro llegó a mi paradero, y tuve que bajarme...
El camino del paradero al mall mismo es corto. Bueno, no es lo que se le considera largo. Pero algo me pesaba. Rocamadour estaba muerto, Oliveira estaba siendo un imbécil, y la gente del camino al mall reía, y yo me sentía como que a mí se me hubiera muerto alguien, como que debería estar llorando la muerte del pobre niño...
Menos mal la Ale ya había llegado, que si no era capaz de seguir leyendo el bendito libro para saber qué pasaba y haber sufrido más al darme cuenta que ya no había nada qué hacer. Increíble como la realidad se fragmenta tan fácilmente al leer símbolos impresos en un insignificante trozo de papel, ¿no?

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